Miércoles 19 de Junio, a las 20:26. Estaba yo tranquilamente
delante del televisor. De repente veo una entrada en WhatsApp. El Presi: Santi
ENTRENA que ya tienes dorsal. Que tengo dorsal para la QH??. No me lo podía creer, pero no, no… esto iba
en serio. Coño, y ahora que hago??.
Antes de tomar una decisión pensé… bueno, vamos a ver esto
de qué va… Lo primero, ver el perfil de la QH. Primera impresión: ni de coña!!.
Luego vi un par de videos: paisajes espectaculares, un ambiente increíble, y un
puñado de chalados en busca de un objetivo: superarse a sí mismos. Y la verdad,
me quedé enganchado. Y por si fuera poco, tenía dorsal y a mi peña casi al
completo: Carpe diem.
Jueves 20 de Junio, durante todo el día. Sentimientos
contradictorios, día incómodo. De momentos de euforia: “Voy a hacer la QH!!”...
a… “hostia, Santi, pero tú sabes dónde te metes?”. Flojera de estómago, sudores
fríos, ansiedad por no haber preparado nada,… un horror. Luego, por la noche al
llevar la bici a casa de Valentín y ver a algunos compis, ya me tranquilicé un
poco.
Viernes 21 de Junio. Realmente no lo tenía decidido al 100%.
No quise presionarme y me dejé un margen para ver qué sensaciones tenía una vez
estuviese en el campo de batalla (aunque por dentro sabía que la iba a hacer).
El ambiente con la peña fue fenomenal (como siempre), fui cogiendo algunos
apuntes de los consejos recibidos, que en realidad eran un empujoncito hacia
adelante, y se respiraba una atmósfera cojonuda: Decidido. Carpe diem.
Viernes 21 de Junio, a las 00:30. Ahí estaba yo, en la cama
haciendo los deberes retrasados a última
hora… estudiando la ruta… dónde comer, donde
estaban los avituallamientos,… y claro, los nervios volvieron a
aparecer…
Día D, hora h. Bueno, pues ya estamos ahí en el mogollón esperando el pistoletazo y ya no
hay marcha atrás!!. Fresquito pero muy tranquilo. Era mi primera carrera en
bici y le tenía un poco de respeto al hecho de estar rodeado de cientos de
contrincantes. Quizás mi experiencia de cuando corría en karts me ayudó a estar
centrado. Allí se salía con el cuchillo en los dientes!.
Por fin empezamos a movernos. Bajador, Nervios, Germán y
Juanjo salieron justo delante de mí. Yo creo que antes de poner los dos pies en
las calas ya les había perdido. Julián y Valentín salieron justo detrás de mí. Éste
último empezó a moverse con habilidad, cual Zorro, por el mogollón y al poco
también lo perdí de vista. Julián se puso delante de mí y fui a rueda de él un
rato, no mucho; lo dejé ir un par de kilómetros después de la salida. Julián se
unió a un grupito que llevaba un buen ritmo, pero me pareció que yo debía ir un
poco más tranquilo. Me jodío un poco dejarle tan pronto, pero quería ser fiel a
mi primera premisa: “Reservar lo más posible”. Para ello no podía dejarme
llevar por la emoción de los primeros compases.
Al poco me pasó un tío que debía ser el primo de Valentín y
me puse a su rueda hasta que llegamos a la rotonda en la que se estrecha la
carretera de camino a Jaca.
Dadas las circunstancias, la QH me la había planteado con
objetivos cortos; para mí cada puerto y algunos de los avituallamientos eran un
objetivo por sí mismo. Una vez conseguido cada objetivo ya veríamos…
Primer objetivo conseguido!!. El ascenso a Somport se me
pasó rápido, la verdad. Durante el camino se me acercó un primo de Alfonso y un
chaval de Torre en Conill que a lo mejor se nos une en un futuro. Paré en el
avituallamiento, que parecía un campo de batalla. Luego me daría cuenta de que
este era el mejor, por lo menos les quedaban sándwiches. En los
avituallamientos posteriores solo les quedaban plátanos. Parecía como si
hubiese pasado la marabunta (es lo que pasa por ir en el vagón trasero).
Bajadita destino al segundo avituallamiento. Disfrutando
mucho, pero con mucha precaución.
Es lo que pasa cuando decides ir a la QH el
día antes, y no te ha dado tiempo a llevar a revisar la bici. Antes de salir me
di cuenta de que los testigos de los frenos traseros habían pasado a mejor
vida, así que el tema no estaba como para jugar mucho.
Parada en el segundo avituallamiento y mentalización para
los cuatro últimos kilómetros de Marieblanc. Me encontraba cómodo subiendo, y
tuve la tentación de imprimir más ritmo,
pero de nuevo eché mano de mi
primera premisa: “Reservar lo más posible”... Los 29 kilómetros del Portalet se
podían hacer muy largos.
Bueno, pues tenía que llegar y ahí estaban. Cuatro
kilómetros durillos por delante. No tenía mucho más que hacer que subirlos como
buenamente pudiese. Con el piñón más grande iba justito, justito. Mi bici
parecía una serpiente con unas copas de más. Pero poco a poco iba avanzando,
hasta que una ambulancia se para delante de mí y deja tan solo un par de metros
para pasar. Tal y como iba no me vi
capaz de pasar por ahí y tuve que echar pie a tierra. Estaba jodido; imposible retomar
la marcha de nuevo con esa pendiente. Ya antes de bajar tenía los riñones
reventados, pero cuando eché a andar parecía que los estuviese pisoteando… y
todavía me quedaba un kilómetro por delante. Trescientos metros después
apareció un ángel (un tío de 2 por 2) que se ofreció a empujarme. Estaba salvado,
y pude coronar dignamente. Objetivo conseguido. Paradita en el tercer
avituallamiento y a disfrutar el descenso.
Aproximación al Portalet sabiendo que podía hacerse muy
largo. Lo fui subiendo tranquilo, sin forzar las piernas. Lo bueno de la QH es
que hay gente por todos lados; algunos te pasan y tú pasas a otros, así que si
tu objetivo es terminarla, no te sientes presionado.
Durante la subida me encontré con la peña de Bétera. Eran
por lo menos 6 o 7, y me sorprendió que lograsen ir todos juntos a esas
alturas. Estuve un rato con ellos hasta que seguí mi marcha. Paradas en el
cuarto y quinto avituallamiento. Otros objetivos ya en el bolsillo!. La verdad
es que el quinto me lo podía haber saltado, ya que el siguiente estaba cerca y
me encontraba bien, pero quise ser fiel a mi plan (segunda premisa: parar en
todos los avituallamientos, y tercera premisa: alimentarme contínuamente). Todo
iba bien hasta que a 8 kilómetros de coronar me empieza a doler una rodilla. “¡Joder, ahora no!”, pensé. Intenté no prestarle
atención y afortunadamente no duró mucho. Casi sin darme cuenta ya estaba en el
sexto avituallamiento. “Ya está hecho, un poco más y ya está”,
me animé.
Sigo la marcha, y rápidamente me da la sensación de que
estoy en la bici de spinning. Por más que pedaleo parece que estoy clavado en
el mismo sitio; “Dios, esto no se acaba
nunca”. Pero, sí. Ya había llegado arriba. Qué subidón. Lo sorprendente es
que todavía hubiese gente con ganas de animar. Increíble.
Bajada vertiginosa y llegada al pie de la Hoz de Jaca. Solo
puedo decir que la pasé. No sé muy bien cómo; yo creo que con tantas barritas,
geles y plátanos ya iba anestesiado… no recuerdo muy bien los detalles…
Por fin ya estaba por Jaca, y entonces cometí el mayor error
del día. “Ya hemos llegado”, me dije.
Bajé la guardia y no, no; todavía quedaban unos cuantos kilómetros que se me
hicieron interminables. Me uní a un grupito que más que servirme de apoyo
físico, me sirvió de apoyo moral. Creo que cuando vi la meta hice la mayor
exhalación de mi vida. Lo que parecía un imposible era una realidad. Lo había
conseguido!!.
Lance
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